Capítulo
2: Asalto en el Almacén Weber
Esa
noche, cubierta por las sombras de Ciudad Gótica, una extravagante limusina
negra se estacionó en frente de la puerta del supuestamente abandonado almacén
Weber, vigilada por dos guardias armados y vestidos con esmóquines y máscaras
de payasos. Un corpulento hombre de raza negra bajó del asiento de conductor y,
sin siquiera tardarse, abrió la puerta trasera del costado derecho de la
limusina para que su ocupante pudiese bajar. Se trataba de Don Parker, un
ex-mafioso de Rupert Thorne y el mayor socio del Joker. Esa noche había ido a
una reunión con él, llevando puestas sus mejores galas: Llevaba un sombrero,
chaqueta y pantalones blancos, corbata amarilla intensa y una camisa azul
marino. En su boca, llevaba su habitual habano. Don creía que los habanos en la
boca le daban apariencia de alguien con fama de rudo. Claro que tampoco era
idiota, ya que sabía bien que habría sujetos que intentarían cargársele, por lo
que siempre iba preparado. Tras cinco breves segundos, tiró el habano al suelo
de la calle y, acompañado por su chofer a su izquierda, se encaminó hacia la
puerta del almacén, no sin antes haber cerrado la puerta de la limusina por
donde había salido. Al llegar a la puerta, uno de los guardias lo detuvo,
apuntándolo con el rifle, en caso de que hubiese que disparar.
-Llegas
tarde-Le dijo con una voz grave e irritada-Al jefe no le gustan los retrasos y
lo sabes.
Don
sacó de su bolsillo otro habano, lo encendió con un fósforo y se dispuso a
fumarlo. Su chofer se quedó ahí parado, sin decir nada, como su jefe le había
pedido anteriormente.
-Tuve
algunos problemas que atender-dijo tranquilo, mientras su habano expedía mucho
humo- Fue un pequeño contratiempo, lo siento.
-Debes
considerarte afortunado de que nos agrades, Parker-dijo el otro guardia- De lo
contrario, te despellejaríamos la jeta ahora mismo.
-¿Tu
jefe ya está aquí?-respondió Don, sin siquiera inmutarse ante tales amenazas.
-Ha
estado esperándote desde hace cuarenta y cinco minutos-dijo el primer guardia-
Mira, haznos un favor y entra ya.
El
segundo guardia sacó de su bolsillo unas llaves de bronce, pero que parecían
doradas bajo el reflejo de la luz de la Luna. Introdujo una de ellas en la
cerradura de la puerta y después volvió a metérselas en el bolsillo. Luego,
abrió la puerta totalmente, invitando al miserable a entrar. Don entró en el
recinto, acompañado de su chofer, no sin antes tirar su habano a la calle.
Luego, los dos guardias entraron también y cerraron la puerta por detrás.
El
almacén estaba totalmente iluminado por una enorme lámpara de aspecto arácnido,
la cual colgaba del techo. Había montones de cajas pequeñas de color marrón con
el símbolo de un comodín de sombrero con borlas de color rojo, apiladas en varias columnas, una arriba
de la otra. Las grises y antiguas paredes estaban llenas de una multitud de
pequeños y grandes “HA HA HA” hechos con una pintura roja carmesí tan intensa,
que a Don por un momento le pareció que realmente se trataba de sangre. En el
centro de la habitación, cuatro payasos estaban parados al costado izquierdo y
derecho de una vieja silla en buen estado. Y en esa silla estaba sentado el
nuevo rey del crimen de Ciudad Gótica, el Joker. Estaba vestido con su famoso y
extravagante frac morado, camisa
naranja, una extraña corbata con moño celeste, un suéter verde y unos
pantalones también morados. En el lado derecho de su frac llevaba colgada una pequeña flor amarilla, de la cual brotaba
un hermoso perfume que olía a primavera. Sus pies blancos lucían unos graciosos
zapatos negros, que parecían sandalias. En las manos llevaba unos guantes
violetas.
Al
levantar su mirada pensativa del suelo y ver que Don Parker, custodiado por dos
de sus hombres y acompañado por un hombre musculoso de brillante piel negra caminaba
hacia él, el psicópata esbozó una enorme sonrisa cruel, se levantó y fue a
saludar a su esperado amigo de negocios.
-¡Don,
viejo amigo!-dijo, con una voz casi cómica y jovial, mientras le palmeaba el
hombro derecho-¡Estoy feliz de volver a verte! ¡Tu naturaleza impuntual no ha
cambiado en absoluto!
Don
empezó a sudar y perdió su compostura de hombre valiente. Nadie podía saber con
exactitud cuándo el Joker estaba bromeando con uno y cuándo estaba preparándose
para asesinarte.
-Hola,
Joker-Su voz sonó como un susurro y temblorosa- Lamento haber llegado tan
tarde.
-Oh,
vamos, Don-Respondió el payaso, soltando una pequeña risa-Lo importante es que
estás aquí. Estoy seguro de que tienes otra jugosa propuesta para mí. Así que vayamos
directamente a los negocios.
El
Joker hizo señas a uno de sus hombres y este sacó una silla circular pequeña de
un rincón. Don se sentó en ella y el Joker se sentó en la suya, dispuesto a
escuchar.
Recobrando
su valor, Don empezó a hablar:
-Verás,
desde que te has hecho con el control, Gótica es prácticamente tuya, y gracias a
nuestros acuerdos, mía. Los negocios con los vagabundos han salido
exitosamente. Pero aún sigo preocupado, porque si Batman regresa ahora,
estaremos indefensos para defendernos. Y...
Sus
palabras fueron interrumpidas por una aguda carcajada proveniente del Joker, el
cual se desternillaba de la risa.
Ay,
por favor-dijo, golpeándole en el hombro derecho, aún riéndose-Ya estoy cansado
de oír sobre esa leyenda urbana de la rata voladora gigante que se las apañó
con tu jefe.
-¡No
seas idiota!-Respondió Don, furioso, mientras lo agarraba del frac-¡Ése monstruo existe! ¡Mientras
estuvo aquí, capturó a la mitad de la población criminal de Gótica! ¡Apenas
logré escapar de él cuando atrapó a
Thorne! ¡Tarde o temprano, vendrá por ti! ¡Los dos iremos a la cárcel! ¡No voy
a ser metido tras las rejas sólo porque eres un estúpido!
Don
se detuvo soltándolo, dándose cuenta que había cometido un grave error. La
sonrisa del Joker desapareció por completo. Una horrible expresión de odio se
reflejó en su rostro. De inmediato, se levantó de la silla y agarró a Don por
la camisa, incrustándole una mirada amenazante. Don sudó como nunca antes lo
había hecho, casi a punto de gritar. Su chofer intentó ayudarlo, pero los
payasos lo mantuvieron agarrado.
-¡Escúchame,
miserable cobarde!-Gritó el bufonesco mafioso, con una ira ciega- ¡Te he dado
una buena mitad de mi ciudad y no voy a arriesgar todo lo que he conseguido por
un imbécil que le echa la culpa a un murciélago imaginario de la cultura local
por sus propios fracasos antes de conocerme!
De
pronto, sonó un sonido como el de una cuchilla girando como un trompo en el
aire, la bombilla de la lámpara explotó y el almacén quedó totalmente a
oscuras. Impresionado por lo que acababa de pasar, el Joker soltó a Don y se
apresuró a sacar su pistola, oculta bajo el suéter de su camisa. Sus matones,
asustados, se prepararon para lo peor y sacaron también sus armas. Los guardias
sostuvieron fuertemente sus rifles.
-¡Bueno,
parece que alguien quiere una cita a oscuras!-Dijo el Joker, mientras reía por
su propio chiste-¡Vamos, amigos, démosle una cálida bienvenida a nuestro visitante!
-Entendido,
jefe-Dijo uno de los payasos, mientras cargaba su pistola.
Don
Parker lanzó un grito de terror que parecía de mujer y, aferrándose al esmoquin
de su chofer, empezó a llorar patéticamente, revelando su verdadero nivel de
cobardía.
-¡No
dejes que me lleve, Randall!-Siguió gritando-¡No dejes que me lleve!
-¡Vuelve
a pronunciar otra palabra, Don, y juro que te agujerearé la cabeza a balazos
hasta que me moje los pantalones!-Gritó el Joker, mientras empezaba a perder la
paciencia.
De
pronto, se escuchó un golpe seco y un grito de dolor. Todos vieron asustados
hacia la derecha: Mientras disparaba con su rifle para todos lados, uno de los
guardias parecía luchar contra algo o alguien invisible. Un minuto después, era
arrastrado a la oscuridad por una extraña figura humana, que lo agarraba de los brazos.
Uno
de los payasos empezó a disparar hacia la nada, cerca de donde el guardia había
desaparecido. Pronto, un musculoso brazo negro lo agarró del cuello y lo llevó
a las sombras. Luego, el otro guardia con rifle y otro payaso desaparecieron de
donde estaban parados.
Ahora
sólo quedaban el Joker, Don, su chofer Randall y dos payasos.
-Ah,
hace tiempo que no jugaba al cuarto oscuro-Suspiró el Joker, sonriendo con
naturalidad-Quienquiera que seas, ¡te agradezco!
-¡Mierda!-gritó
Don, presa del pánico-¡Él está aquí!
-¿¡Quién!?-Gritó
el Joker, harto de escuchar “cacarear” a su compañero de negocios.
-Yo-Dijo
una voz grave y seria.
La
habitación se llenó de luz. Uno de los matones había encontrado el interruptor
de la luz de emergencia. Randall y los dos matones se asustaron. El Joker
sonrío y Don Parker miró asustado hacia aquello que más temía.
Batman
estaba enfrente de ellos. Después de un año, finalmente había regresado a
Ciudad Gótica. Los cuatro payasos colgaban cabeza abajo del techo del almacén atados
por sogas, pero inconscientes. Al Joker no le asombró en lo más mínimo su
aparición, a pesar de que era su primer encuentro con él. Don Parker se
aterrorizó, puesto que su disfraz había cambiado mucho desde la última vez que
lo había visto: Su armadura negra había sido reemplazada por una de tela gris
con el símbolo de un murciélago más grande que el original, ubicado en casi
todo el pecho, habiendo perdido totalmente el círculo amarillo que lo rodeaba.
Su pecho además exhibía un cuerpo musculoso y muy bien trabajado. La capa era
la misma, pero las orejas de su nueva máscara eran más pequeñas. Debajo de su
metálico cinturón amarillo llevaba unas mallas negras ajustadas. Sus botas
negras ahora eran más largas y tenían un color negro más fuerte.
-Tu
imperio criminal se terminó aquí, Joker-Dijo serenamente-Y tú Don, te reunirás
con Thorne.
El
Joker observó a Batman con una sonrisa clavada en el rostro.
-Bueno-Dijo
con una actitud despreocupada-Parece que nuestra leyenda se ha vuelto realidad.
Un disfraz muy teatral, pero quién soy yo para decirlo. Debes ser un gran
sabueso para haberme localizado. O tal vez sólo te limitaste a seguir las
huellas que alguien dejaba por el suelo, ¿verdad, Don?
-¡NO!-Gritó
Don, agarrándose de la camisa de Randall-¡Yo no lo traje aquí! ¡Debes creerme!
-Te
creo, Don-Respondió el bufón, soltando una pequeña carcajada.
Se
oyó un ruido seco, como un disparo, y Don Parker pasó a otra vida. Randall, en
medio de un trauma, tiró al suelo el cuerpo que aún seguía tironeando su
camisa.
-Una
lástima, Donnie-Dijo el Joker-Pero negocios son negocios, ya sabes.
-¡Lo
mataste!-Gritó Batman con furia.
-¡Hola!-Respondió
el payaso-¡Hombre malo! Realmente detesto a los aguafiestas. Muchachos.
Recobrándose
del impacto, los matones accionaron sus rifles. Usando el pensamiento rápido,
Batman se puso a cubierto en un rincón para evitar las balas. Aprovechando la
distracción, el Joker ordenó la retirada a sus hombres y que llevaran a Randall,
que se había quedado ahí parado en estado de shock. Rápidamente, salieron afuera del almacén por la salida de
emergencia, la cual daba al estacionamiento,
donde habían dejado su auto color púrpura.
Cuando
ya estaban por llegar al auto, se dieron cuenta de que Batman les estaba
pisando los talones. Uno de los dos payasos se detuvo a combatirlo mano a mano,
pero el caballero oscuro lo derribó en cinco segundos, gracias a una llave de
Judo. Cuando terminó de encargarse del matón, el Joker ya estaba con Randall en
la parte trasera del auto, mientras que su último hombre en pie estaba en la
parte de adelante, encendiendo el motor.
-¡Acelera
de una vez, Arnold!-Gritó el Guasón-¡Si este Bati-Memo nos atrapa, serás la
próxima estatua sonriente de mi colección!
El
auto arrancó y trató de atropellar a Batman en su camino, pero éste logró
saltar a la izquierda justo a tiempo. Batman observó cómo el auto se deslizaba
velozmente, sin oportunidad de que pudiese alcanzarlo a tiempo. El Joker sacó
la cabeza por la ventanilla del auto y, mirándolo sonriente, gritó con todas
sus fuerzas:
-¡Hasta
la próxima, murcielaguito! ¡Que tengas un buen viaje! ¡Ja, Ja, Ja, Ja!
-Ríete
mientras puedas-Pensó Batman-Porque la próxima vez te atraparé.
Mientras
el auto del Joker se perdía de vista, las sirenas de las patrullas policiales
se escuchaban cada vez más cerca.
Batman
supo que ya era momento de retirarse. La policía ahora se encargaría del resto.
Ya no había nada qué hacer ahí. Pero no se iría sin dejar un mensaje.
Cuando
el Comisionado Gordon y su pelotón llegaron al almacén encontraron a cuatro
hombres colgando del techo y a otros dos atados con cuerdas en el
estacionamiento. Mientras revisaba el lugar antes de irse, Gordon encontró algo:
un pequeño papel tirado en el suelo, con una nota que tenía escrito y dibujado
lo siguiente:
Jim:
El
Joker estuvo aquí. Escapó, pero atrapé a varios de sus hombres. Ha llegado el
momento de hacer justicia en esta ciudad. Nos veremos muy pronto.
Atte.
Un
pensamiento de tranquilidad pasó por la mente del agente de policía.
-Y
así será, viejo amigo-Dijo en voz baja.
CONTINUARÁ...