Capítulo
9: El inicio de una leyenda
Esa
noche, mientras dormía cómodo en su cama, Bruce Wayne comenzó a recordar cosas
de su pasado en las cuales hacía mucho tiempo que no había pensado.
Varias
costuras del tiempo empezaron a pasar por su cansada y perturbada mente. Soñó
con aquella noche en el cine hacía treinta años, con aquella vieja película de
“La Máscara del Zorro”, con sus padres a su lado mientras veía una película con
ellos por última vez.
Cuando
la película terminó, salieron del cine felices, pero callados. Su padre estaba
esa noche vestido con su esmoquin y sombrero negros y camisa blanca; Su madre
llevaba un vestido rojo y un hermoso collar de perlas blancas de acero en su
delicado cuello.
-Aún
sigo preguntándome cuántas veces más planeas ver esa película, Bruce-Dijo
Thomas Wayne un poco hastiado, puesto que era la quinta vez en la semana que
iban al cine a verla.
-Lo
siento, papá-Respondió Bruce, agachando la cabeza y sintiéndose culpable.
-No
seas tan inflexible, Thomas-Dijo Martha, con una suave y hermosa voz-¡Es sólo
un niño!
-Apresurémonos-Respondió
su esposo, sin gana alguna de discutir-Alfred nos espera.
-¿Seguro
que quieres ir por aquí?-Preguntó ella, al ver que se adentraban en un oscuro
callejón, con las puertas de las casas gastadas y llena de mucha basura-¡Está
muy oscuro!
-¡Por
supuesto que sí!-Respondió él-¡Llegaremos con Alfred en menos tiempo!
La
familia Wayne siguió avanzando, mientras los ruidos de la noche habituales en
Ciudad Gótica empezaron a dejar de escucharse por cada paso que daban. Bruce
sintió una pequeña brisa que parecía intentar advertirle del peligro que
acechaba en ese lugar.
De
pronto, de entre las sombras de la noche, surgió un hombre que vestía un enorme
impermeable grisáceo y un pequeño sombrero marrón, similar al que usan los
cadis en los partidos de Golf. Apenas había aparecido cuando sacó de su
bolsillo una pequeña pistola y apuntó a Thomas Wayne.
-¡Deme
la billetera, amigo!-Gritó, seriamente.
Thomas
puso rápidamente a su familia detrás de él y levantó las manos, tomando la
situación tranquilamente.
-Tranquilo,
no se preocupe, le daremos todo-Dijo.
Intentando
sacarle la pistola, Wayne se abalanzó sobre el criminal súbitamente. Este
último, asustado, jaló el gatillo.
El
disparo dio justo en el corazón, haciendo que Thomas Wayne dejase de existir.
Su cuerpo cayó en el sucio suelo de la calle, ante las expresiones de espanto
en los rostros de su esposa e hijo.
-¡Papá!-Gritó
Bruce, llorando.
-¡Thomas!-Chilló
Martha, inclinándose para levantar el cadáver de su marido-¡Lo has matado!
¡Policía, policía!
-¡Cállese,
señora!-Respondió el delincuente-¡Ahora deme las perlas!
-¡Jamás!-Dijo
ella, gritando lo más que podía-¡Bruce, corre!
Nuevamente,
otro disparo volvió a escucharse y Martha cayó muerta.
-¡Mamá!-Dijo
Bruce, empezando a llorar.
-¡Demonios!-Dijo
el delincuente, mientras escapaba del callejón-¡Yo me largo de aquí!
Bruce
se quedó allí, arrodillado encima de la sangre de las dos personas a las que
amaba más que a la vida misma. Minutos más tarde, la policía llegó a la escena
del crimen y se lo llevó a la estación de policía, dejándolo en el pasillo de
espera hasta que Alfred pasó para recogerlo y llevarlo a la mansión. El funeral
de sus padres se celebró al día siguiente. Aquella noche no dejó de llorar en
absoluto e incluso cuando supo tres años después que ese asesino, Joe Chill,
había sido enviado a prisión, no pudo salir de aquel trauma. Cuando llegó a la
edad de treinta y siete años, heredó la Mansión Wayne y las empresas e
industrias de su padre, comenzando a hacer donaciones a hospitales con bajos
recursos, gente que moría de hambre en las calles y niños discapacitados.
Aprendió sobre química, varias artes marciales y técnicas de sigilo. Pero eso
no quitaba la sed de venganza que lo había perseguido desde su niñez.
Una
noche, ya con las luces de la mansión apagadas, Bruce se quedó sentado en su
sillón favorito y observando un enorme cuadro que había en el living, donde
había una foto de sus padres en el día de su casamiento. Entonces, comenzó a
hablarle al cuadro, como si estuviese hablando con ellos.
-Gracias
a ustedes he tenido un gran futuro y me han hecho un gran hombre-Decía, con una
voz apagada y fría, aunque en el fondo llena de tristeza-Pero no me sirve de
nada si no están aquí conmigo. Lo que les pasó puede pasarle a cualquiera. Es
por eso que no dejaré que eso suceda otra vez. Seré la sombra de Gótica y
limpiaré esta ciudad del crimen y la corrupción, pero sin convertirme en un
asesino. Defenderé a los inocentes y a los débiles y siempre seguiré por el
camino de la rectitud sin siquiera caer una vez. Prevaleceré hasta el fin de
mis días. Pero para ello necesito un símbolo. Algo con lo que pueda infundir el
miedo en los criminales, algo que se convierta en su peor pesadilla.
En
ese momento el reloj de la casa dio una fuerte campanada, marcando así el
inicio de las doce de la noche. De pronto, un enorme murciélago de color marrón
y alas y orejas puntiagudas pasó por la
parte de afuera de la ventana y se posó en ella, observando el interior de la
casa con cierto aire de curiosidad.
Bruce
sintió que era una especie de señal. Soltó un pequeño suspiro y dijo:
-Lo
haré, padre. Seré un murciélago.
Apenas
estas palabras fueron pronunciadas, el murciélago entró en la habitación,
rompiendo la ventana y, aún aleteando, observó a Bruce, para luego escapar por
la ventana que había destrozado.
Bruce
salió de la mansión y vio que el mamífero alado se metía en una especie de
cueva subterránea que, según parecía, se encontraba exactamente bajo su casa.
Al día siguiente, decidió explorarla y, después de hacerlo, comenzó a construir
con todas las herramientas disponibles lo que más tarde llamaría “La
Bat-Cueva”.
Cuando
su “santuario de paz” estuvo preparado después de un mes, una noche empezó a
ponerse por primera vez en su vida una extraña y oscura armadura, guantes y
botas góticas, una larga capa y un pequeño cinturón metálico de color amarillo.
Por último, se colocó una enorme máscara que le ocultaba la cabeza, la cara y
el cuello con unas orejas puntiagudas, pero con sus ojos, cara y mentón al
descubierto. Apenas aquella máscara estuvo en su rostro, su sufrimiento
desapareció. Su imponente musculatura se puso firme, frunció el sueño y después
de tantos años, olvidó lo que significaba el miedo.
Alfred
vio con temor el futuro que su amo había elegido. Sin embargo, no dijo nada y se
quedó callado, ya que su deber era apoyarle en todo lo que él quisiera como
toda su vida hizo con sus padres. Había sido uno de los pocos amigos que Thomas
Wayne había tenido en vida y la única persona que le respetaba: Siempre se
encargaba de todo lo importante y cumplía lo que debía hacer sin ninguna queja
o comentario.
Con
su atemorizante disfraz puesto, Bruce salió de la cueva, aunque sin salir de la entrada de la misma.
Se detuvo a ver fijamente la Luna; tan luminosa, tan grande y tan misteriosa.
¿Acaso la había visto así antes, de esa misma forma? No lo recordaba. Pero ya
no importaba.
Un
gran sentimiento de valentía surgió dentro de él. Con mucho vigor corriéndole
por las venas, agarró su capa por los costados con sus manos y la levantó lo
más alto que pudo, cerrando los ojos.
Como
si hubiese empezado una nueva etapa en el mundo, la cueva se llenó de chillidos
agudos. Una enorme bandada de murciélagos salió de lo más recóndito de esta y
comenzó a volar alrededor de Bruce. Él no se inmutó ante esto, sino que sintió
como si una leve brisa lo acariciase por todos lados. Finalmente, los
murciélagos se retiraron y escaparon de la caverna para fundirse con el oscuro
cielo negro de Ciudad Gótica. Había nacido una leyenda. Batman había nacido.
Fue
a partir de esa noche cuando los criminales de toda la ciudad conocieron a su
peor miedo. En menos de un mes, todos los periódicos ya habían empezado a
mencionar todos los días en su primera plana la leyenda de un murciélago
gigante con aspecto humano que impartía justicia por toda la ciudad, atrapando
a varios de los maleantes más peligrosos y haciendo que los detectives pudiesen
finalmente ponerlos tras las rejas. Sin embargo, la policía no comprendía a Batman,
por lo que el Caballero Oscuro debió escapar muchas veces de patrullas
policiales y del equipo S.W.A.T.
Con la ayuda que le había proporcionado su
alianza con el comisionado Gordon, logró detener a Rupert Thorne y a la mayoría
de sus hombres, aunque algunos con mucha suerte (Don Parker) lograron fugarse. Debido
a ello, el D.C.P.G. cambió su opinión sobre el vigilante y aceptaron su ayuda
en la lucha contra la delincuencia.
Bruce
se mantuvo reflexionando sobre esto y cayó en la cuenta de que si había podido
derrotar a cien mil mafiosos, el Joker sólo era uno más, sin importar lo difícil
que fuese de capturar. No se rendiría hasta que ese monstruo cayese. Nadie, ni
siquiera un vulgar psicópata disfrazado de payaso, le impediría hacer su
trabajo hasta el fin de sus días. Tras pensar en eso, descansó su mente y soñó
más cosas. Pero esos no eran la clase de sueños que a nosotros nos interesen.
CONTINUARÁ EL DOMINGO...
Próximo capítulo el Domingo. Ahora voy a subirlos un cierto día y avisaré con el continuará el día del siguiente capítulo. Decidí subirlo hoy en vez de mañana, ya no me aguantaba las ganas.
ResponderEliminar¡Hasta pronto!
Buena representación sobre el origen de Batman.
ResponderEliminarHiciste que parte de Año Uno se relatara en un solo capitulo xD.
Espero el proximo capitulo con ganas, mientras tanto voy a bajarme la serie animada del 92 (Encontre una pagina la cual contiene todo en links de MEGA, Esta:)
http://animewizard-richard.blogspot.com/2010/09/mu75mbdvdrip-batman-serie-animada-90s.html